Editorial:
Sobre bases sólidas, mirando el presente y al futuro

Jorge Parizzia,
Presidente de CASAFE

En 2011 elaboramos una hoja de ruta sobre tres ejes principales: la tecnología, la comunicación y el relacionamiento con los distintos poderes del Estado e instituciones públicas y privadas, sectoriales y extra sectoriales. Esos fueron los pilares del Plan Estratégico CASAFE 2011-2015.


En un principio, pensábamos que la tecnología iba a progresar a una velocidad mucho mayor que la de la gestión de las personas. Sin embargo, hoy podemos decir que el intercambio humano logró meritorios avances convirtiéndose en un sólido soporte para lo que está por venir.

La progresión del trabajo incluye desde el fortalecimiento de los programas AgroLimpio y Depósito Ok, hasta la continuidad de la difusión de las buenas prácticas agrícolas y la mayor interacción con la comunidad.

Actualmente, estamos trabajando para convertir el Programa AgroLimpio en una Fundación para que esté integrada por empresas e instituciones vinculadas al sector agropecuario, ya sean cámaras relacionadas con la actividad, asociaciones técnicas y productivas, y entidades financieras. De este modo, podremos conseguir el compromiso de toda la cadena de valor del campo argentino en la recuperación, la disposición final y el reciclaje de envases de fitosanitarios.

En tanto, Depósito Ok tiene como objetivo profundizar el proceso de certificación de las plantas donde se almacenan y comercializan los productos. En ese sentido, el Plan Estratégico prevé que para 2015 el cien por ciento de los depósitos que trabajan con empresas asociadas a CASAFE cumpla con las normas internacionales de manejo.

Al mismo tiempo, seguiremos impulsando el concepto de Buenas Prácticas Agrícolas para brindar garantías a los argentinos de que en el campo se trabaja con responsabilidad y respeto, tanto por la salud humana como por el medio ambiente.

Para esto, más allá de la constante capacitación a productores y operadores en todo el país, fortaleceremos los vínculos con las distintas áreas de gobierno a nivel nacional, provincial y municipal; con los poderes legislativos; con otros actores del sector; y con instituciones públicas, privadas y ONG, para generar las normas necesarias que contribuyan a una labor a campo cada día más sostenible.

En el reciente World Food Prize 2013, realizado en Estados Unidos, los debates se centraron en el desafío de alimentar a más de 9.500 millones de personas en 2050 con menos agua y tierra que en la actualidad. Es por eso que hoy, los ojos del mundo están puestos sobre toda América, llamada a ser el gran proveedor de alimentos del mundo.

En este escenario, la industria de protección de cultivos juega un rol fundamental. Contribuimos a generar el trigo, con el que se produce el pan; del mismo modo que con el maíz, como punto inicial para la obtención de leche y carnes, así como la soja y el girasol que se transforman en aceites que capturan riqueza para el país.

Es decir, desde el eslabón inicial nos esmeramos para brindarle una base sólida a toda la cadena agroalimentaria con una clara visión: producir mejor una mayor cantidad de alimentos, cuidando el medioambiente y la sustentabilidad del sistema.

 
Inoculantes: novedades del nuevo clásico de la soja

La gran expansión de la técnica registrada en los últimos años obliga a repasar algunos conceptos sobre su uso. Las distintas opciones del producto para mejorar la nutrición y el rendimiento.

La inoculación de la soja es una técnica que definitivamente se instaló en la agricultura argentina como forma de mejorar la nutrición y el desarrollo del cultivo. Hoy, más del 90 por ciento de la oleaginosa sembrada se inocula y, aunque el productor esté familiarizado con su uso, siempre hay detalles a revisar además de novedades.

Este es el caso de los Inoculantes Larga Vida, una de las innovaciones que simplifican la siembra. La tecnología permite el tratamiento de la semilla con mucha anticipación, desde el mismo semillero, lo que hasta hace muy poco tiempo era impensado. Estos tratamientos profesionales posibilitan la venta de simientes listas para usar, donde se los aplica junto a productos como fungicidas e insecticidas, sin alterar la performance del inoculante

También existen los bio-inductores, que preparan a las plantas y a las bacterias para comunicarse mejor con el entorno a través del intercambio de sustancias que emiten cada uno de ellos. Así, se potencia el desarrollo y resistencia ante factores adversos como déficit hídrico, anegamientos, suelos ácidos y bajas temperaturas.

Estas tecnologías se suman a otras ya conocidas como los inoculantes de osmo-protección. De todos modos, aquí también la industria trabajó en la mejora de la fisiología y metabolismo de las bacterias para obtener microorganismos capaces de resistir mejor el proceso de inoculación en sí.

En cada campaña, una disyuntiva para el productor es si comprar la semilla lista para usar o prepararla él mismo. Al respecto, es importante tener en cuenta que uno de los principales beneficios de la semilla profesional es la seguridad de contar con una simiente con la dosificación justa de los productos aplicados ya que el tratamiento es realizado bajo un estricto control de calidad en cada uno de los procesos.

Además, se disminuye la manipulación de productos en el campo, reduciendo así el riesgo ambiental; se simplifica la siembra; y hay una mayor velocidad y seguridad de implantación. Todo esto, redunda en una reducción de costos.

De todos modos, el agricultor siempre tiene la oportunidad de hacer el tratamiento en su campo. Eso sí, para lograr un buen resultado se recomienda buscar asesoramiento profesional y tener en cuenta algunos factores.

A la hora de elegir el producto más adecuado, se deben analizar las características agronómicas de su cultivo de soja. En caso que se necesite mejorar la supervivencia bacteriana, disminuir la desecación celular y aumentar la adhesión del inoculante, se debe utilizar un protector bacteriano. En tanto, si se quiere aplicar con curasemillas es necesario verificar el nivel de compatibilidad con el mismo.

Como primera medida, el inoculante se debe almacenar en lugares frescos y a la sombra, con temperaturas inferiores a los 25ยบ centígrados. A su vez, hay que respetar su fecha de vencimiento y tener en cuenta que una vez abierto el envase se pierde la condición de esterilidad.

Al poner manos a la obra, se debe trabajar a la sombra ya que la exposición del producto a la luz solar podría provocar la mortalidad de las bacterias. Además, cuando sea necesario obtener un mayor volumen de aplicación sobre las semillas, se debe utilizar agua sin desinfectantes. También es recomendable tratar la semilla con máquinas inoculadoras apropiadas, para que el producto logre una cobertura y distribución uniforme.

Finalmente, como en toda práctica agronómica, siempre hay que utilizar los equipos de protección personal indicados en las etiquetas de los productos antes de comenzar las operaciones de inoculado y/o curado y respetar las indicaciones de las mismas en todo momento.

 
 
Fitosanitarios: el largo camino al mercado

El lanzamiento comercial de un producto de protección de cultivos requiere una prolongada tarea de investigación y el cumplimiento de estrictos controles que garantizan eficiencia a campo y seguridad para agricultores, consumidores y el medioambiente.


Colocar un producto fitosanitario en el mercado es una tarea que demanda una importante inversión y puede insumir hasta diez años de trabajo. En ese lapso se deben realizar diversos estudios toxicológicos y de límite máximo de residuos permitidos y numerosas pruebas de laboratorio en las que intervienen distintos actores, oficiales y privados.

En el caso de tratarse de moléculas nuevas, sin antecedentes en el país, el primer paso es registrar la sustancia activa en el SENASA. “En esta primera etapa, experimental, se debe presentar un aval toxicológico agudo, dado por un equipo interdisciplinario conformado por ingenieros agrónomos, químicos y médicos, inscriptos en el organismo sanitario”, explicó el Ing. Agr. José Luis Barbado, Presidente de Xomezana S.A., firma que desde hace más de 20 años asesora en la registración de productos fitosanitarios.


Estos profesionales independientes, conocidos como “avalistas”, que no forman parte del SENASA ni están ligados a las empresas de fitosanitarios, hacen la primera revisión de la documentación presentada por el interesado: estudios toxicológicos, en su mayoría realizados en laboratorios extranjeros con GLP (por sus siglas en inglés: Buenas Prácticas en Laboratorios).

En caso de que esta evaluación sea positiva, es elevada al SENASA, quien a su vez aprueba o no la sustancia activa. Si el organismo ratifica la aprobación, comienza el proceso de inscripción del formulado, donde se continúa trabajando en forma experimental. A los estudios previos, se debe sumar la información sobre el formulado que se va a experimentar, el que es analizado y autorizado por las autoridades sanitarias.

Una vez dado el permiso, la compañía puede trabajar a campo en los ensayos de eficacia (ensayos que permiten establecer la dosis necesaria para cada plaga) y residuos en pequeñas parcelas, además de continuar con los estudios toxicológicos de laboratorio. “La experimentación sobre residuos puede llevar dos o tres años y los ensayos de eficacia otros más. De ahí que el tiempo hasta alcanzar el formulado ideal y su concentración puede pasar los seis años”, subrayó Barbado.

Una vez que se cumple esa etapa experimental y que la empresa decida lanzar el producto al mercado, comienza a tramitarse el Registro Definitivo. Para ello, se aporta la información crónica de los resultados obtenidos en el laboratorio que apuntan a establecer si el producto es cancerígeno y/o teratogénico, entre otras posibles enfermedades.

Con estos datos, el grupo de avalistas hace una nueva evaluación para luego elevarlos al SENASA. “A esta altura ya tenemos dos informes: uno de toxicología aguda, de la primera etapa, y otro de toxicología crónica, de la segunda”, sintetizó el especialista. Además, se deben sumar todos los ensayos de eficacia a campo y los informes de residuos, lo que va a indicar el período de carencia.

En el SENASA, este material es analizado por cuatro áreas: la de información confidencial; toxicología; eficacia y el laboratorio que revisa todos los estudios de propiedades fisicoquímicas relacionadas con el uso y los inherentes al producto formulado y a la sustancia activa. De ahí surgen los datos que se vuelcan en la etiqueta.

Todas estas exigencias brindan seguridad al sistema de control y posicionan muy bien a la Argentina en el contexto internacional de la actividad. De hecho, la norma que establece los pasos a seguir en el país fue sancionada en 1999, siendo pionera en la región.

“El trabajo es muy cuidadoso, por eso se debe elegir muy bien la presentación de la información. Son muchos los actores que controlan y que participan para que ese resultado sea lo más correcto y seguro posible."

"La Argentina tiene un nivel muy alto en cuanto a requisitos y ya se está poniendo en marcha un sistema de trazabilidad por lo que las inspecciones serán mucho más exhaustivas, brindando mayores garantías”, finalizó Barbado.

 
World Food Prize 2013, un Nobel para la alimentación

El aporte de la ciencia y la tecnología a la producción agrícola tuvo merecido reconocimiento en el World Food Prize 2013, una suerte de premio Nobel de la Alimentación, realizado en Des Moines, Iowa, en octubre pasado.

Por Cristian Mira

 

El galardón correspondió para Marc Van Montagu, de Bélgica, y Mary Dell-Chilton y Robert Fraley, de los Estados Unidos, que en los años ochenta hicieron descubrimientos fundamentales en ingeniería genética que permitieron un salto productivo gigantesco para que los cultivos fueran resistentes a malezas y enfermedades.

El premio fue creado hace 17 años por Norman Borlaug, padre de la Revolución Verde, que en la década del 60 sacó del hambre a millones de personas por el mejoramiento genético del trigo.

Su nieta Julie Borlaug preside una fundación que, con el apoyo de empresas e instituciones, distingue los aportes sustanciales en el campo de la alimentación.

Además, hay un foro que congrega a líderes globales que analizan las perspectivas de la producción agropecuaria y la alimentación.

Este año, CropLife Internacional organizó un tour de más de 30 periodistas de América latina, Africa, Asia, Europa y Canadá, que participaron del foro y recorrieron empresas, universidades y campos en Iowa.

Los debates estuvieron centrados en el desafío que se presentan para alimentar a más de 9.500 millones de personas en 2050 con menos agua y tierra que en la actualidad. Y el consenso generalizado fue que sin las herramientas de la ingeniería genética y de la ciencia en general es imposible satisfacer esa demanda. Y que los cuestionamientos eran válidos en tanto tengan bases científicas y no meras opiniones o creencias.

 
Preguntas difíciles, respuestas fáciles

En esta sección queremos dar respuesta a algunas creencias o miedos que equivocadamente se han instalado en la sociedad y que merecen nuestra especial atención. Este espacio tendrá las respuestas de profesionales expertos en el tema como Ingenieros Agrónomos y Médicos Toxicólogos. Acercanos tus dudas enviando un mail a:

¿Cuál es la distancia mínima que sugieren para aplicar productos fitosanitarios cerca de un poblado?

Las buenas prácticas de aplicación de agroquímicos en áreas periurbanas deberán contar siempre con el asesoramiento profesional de un Ingeniero Agrónomo quien determinará el producto a emplear y la técnica adecuada de pulverización.
De acuerdo a antecedentes técnicos en nuestro país y a las recientes recomendaciones del Ministerio de Agricultura de Nación, la distancia de aplicación a centros urbanos se puede establecer en 100 metros para pulverizaciones con equipos terrestres y 200 metros para pulverizaciones aéreas.

A modo de ejemplo, estos son los valores establecidos en algunos países:

España: de 20 a 50 m
Estados Unidos: 10 m
Países de la Comunidad Europea: 30 m
Alemania: de 5 a 50 m