Editorial:
La comunidad somos todos

Juan Cruz Jaime,
Director Ejecutivo de CASAFE

Recientemente, en una entrevista brindada a un medio argentino, el presidente del Uruguay, José Mujica, se apartó de la coyuntura que atraviesan los países del Mercosur para enunciar una frase que deja una gran enseñanza: "Cuando era joven quería cambiar al mundo y, ahora, la vereda de mi casa".

Lejos de significar resignación, los dichos de Mujica apuntan a lo cercano, a lo que tenemos más próximo, al vecino: ese primer eslabón que nos relaciona con el conjunto de la sociedad. Pensando en sus palabras, podríamos decir que es prácticamente imposible cambiar el mundo, con toda su complejidad, si antes no nos acercamos a lo más simple: quien tenemos al lado.

En el mismo sentido nos preguntamos: ¿Cómo podríamos lograr el apoyo de políticos o funcionarios para que generen y respeten las reglas que el sector agropecuario necesita para desarrollarse, sin tener primero el compromiso de la comunidad en que estamos insertos?

Con esa visión, desde CASAFE trabajamos para acercarnos cada día más a los actores sociales y económicos del país, y a cada una de las comunidades argentinas en cuyo entorno se desarrollan tareas agropecuarias.

La idea es no quedarnos sólo hablando entre nosotros, para dentro del sector agropecuario, sino llevar el campo a quienes todavía no terminan de conocerlo.

Por eso, por ejemplo, participamos del encuentro que organizó la Unión Industrial de Córdoba a fines de julio, donde compartimos con otras ramas de la industria nuestros puntos de vista sobre el desarrollo del país.

También venimos trabajando desde hace algún tiempo con el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), una ONG que se ocupa de aportar ideas para un mejor funcionamiento de los poderes del Estado y donde pensamos que el sector agropecuario tiene mucho que ofrecer. Participamos activamente en el proyecto de Líderes Municipales y de la Cena Anual.

Del mismo modo, como parte de una actividad que genera riquezas al conjunto de los argentinos, tenemos nuestro lugar en el Coloquio de IDEA, cita de economistas y políticos donde se discute sobre los pasos que debe dar la Argentina para un mejor desempeño económico.

Por supuesto, seguimos afianzando vínculos con las entidades de cadenas de cultivos, como Maizar, que a través de sus jornadas difunde el potencial de las cadenas de valor de maíz y sorgo a partir de su desarrollo estratégico y el aprovechamiento de las oportunidades nacionales e internacionales.

 

Además, junto a la Asociación de Semilleros Argentinos (ASA) fuimos parte de un panel en el Congreso anual de AAPRESID 2013 en donde se abordaron los desafíos del modelo agrícola argentino. Y también tuvimos presencia activa en el Congreso Nacional CREA 2013.

Todo esto, se suma a las labores que desempeñamos con nuestros programas Agrolimpio y Depósito Ok; con las capacitaciones llevadas a cabo en conjunto con una gran cantidad de gobiernos provinciales y locales; y mediante la generación de herramientas útiles para el productor como la Guía de Productos Fitosanitarios.

En CASAFE estamos convencidos de que más allá de todo lo bueno que hacemos en tecnología, tenemos que contarle a la sociedad lo que estamos haciendo por el país. Sabemos que es nuestro deber explicarle que el trabajo de nuestras empresas no apunta solamente a generar alimentos para la Argentina y el mundo, sino que ese esfuerzo termina derramando su valor a toda la comunidad, de la que también somos parte.

 
Cultivos protegidos desde la semilla

Los terápicos para tratamiento de simientes o curasemillas resguardan a las plantas del ataque de enfermedades y plagas en sus etapas tempranas. Lo que hay que saber a la hora de elegir el producto adecuado para cada lote.

En tiempos de números ajustados, para alcanzar el máximo rendimiento posible es clave potenciar el negocio agrícola. En ese sentido, para lograr cultivos sanos, homogéneos y con mayor velocidad de desarrollo, el uso de curasemillas es una muy buena opción.

Como en toda técnica agronómica, hay que estar atentos a un conjunto de factores que condicionarán el éxito. “A la hora de elegir un curasemillas, el productor debe recibir asesoramiento ya que no todos los productos controlan a todos los patógenos”, aseguró el Ing. Agr. Federico Elorza, Coordinador Técnico de CASAFE, haciendo hincapié en la necesidad de realizar “un tratamiento profesional que garantice la eficiencia”.

Los terápicos para tratamiento de semillas, comúnmente conocidos como curasemillas, son productos fitosanitarios que protegen las simientes y las plantas de enfermedades y plagas en las etapas más tempranas de su desarrollo.

Con ese fin las semillas son cubiertas por una capa protectora que contiene uno o varios compuestos como fungicidas, insecticidas, inoculantes o la combinación entre ellos.

Existen dos tipos de curasemillas con algunas características propias. En el caso de los sistémicos, cuando el proceso de germinación ha comenzado, los tegumentos absorben el producto, que se dispersa por toda la plántula controlando los patógenos. Por su parte, en los de contacto, el producto queda en la superficie. “Por este motivo, los sistémicos ofrecen mayor período de protección a la plántula además de tener una mayor especificidad”, dijo Elorza.

Sin embargo, en ambos casos, una parte del producto queda en las inmediaciones de la semilla y controla los patógenos que habitan en el suelo. Esta característica es la que permite prevenir enfermedades en los primeros estadios del cultivo.

La decisión de cual utilizar estará dada fundamentalmente por la fecha de siembra. Por ejemplo, en las más tempranas se requerirá un curasemilla que tenga fungicida. “En este caso el insecticida no es muy importante, debido a que las temperaturas del suelo son más bajas. En tanto, en fechas tardías, habrá que considerar su empleo ya que la mayor temperatura del suelo genera una alta presión producida por insectos”, explicó el profesional.

Otro factor a tener en cuenta es la densidad de siembra. “A mayor densidad, mayor estrés de las plantas y son más susceptibles al ataque de enfermedades. Es por eso que los curasemillas favorecerán la supervivencia”, aseguró Elorza.

 

También es importante hacer el tratamiento en forma profesional. Muchas veces el proceso se hace a campo, incluso arriba de la sembradora, lo que repercutirá negativamente en los resultados.

La principal falla que suele observarse en este caso, es lo desparejo del tratamiento, con semillas que tienen una sobredosis y otras que tienen una subdosis.

Por eso, las opciones más recomendables son comprar la semilla ya curada o, en el caso de tratarse de simientes de uso propio, recurrir a empresas especializadas que ofrecen el servicio aplicando el producto específico para las necesidades del lote.

En este caso, la dosis es calculada por semilla, por lo que el tratamiento es más homogéneo, se requiere menos cantidad de horas hombre en la siembra y tiene menor impacto para el medio ambiente ya que no se manejan envases de fitosanitarios en el campo.

Finalmente, el consejo principal apunta al asesoramiento. “Los curasemillas son herramientas importantes para la agricultura de hoy".

"Por este motivo, siempre hay que consultar a un profesional que indique con que productos debe hacerse el tratamiento ya que si se elige mal no se logrará el control necesario para las primeras etapas del cultivo”, concluyó Elorza.

 
 
Cuando sanidad es sinónimo de calidad

El adecuado empleo de productos fitosanitarios permite a las bodegas el desarrollo óptimo de las uvas para lograr un producto final sin alteración de sus características sensoriales. El cuidado del personal y el medioambiente.


Todos los cultivos tienen sus particularidades y secretos que deben ser respetados a la hora del manejo. La afirmación, no sólo involucra a las tareas agronómicas generales sino también al uso de fitosanitarios.

En la vitivinicultura, las bodegas trabajan en tres ejes prioritarios: la calidad del producto, la seguridad de los operarios y el cuidado del entorno. Si bien estos objetivos se pueden aplicar a todas las actividades agropecuarias, la tarea de la vid tiene sus propios pasos a cumplir.

No buscamos aumentar la producción por medio de los fitosanitarios, sino prevenir enfermedades que puedan afectar el producto final. Es decir, apuntamos a la calidad, tratando de lograr una producción acorde al viñedo y al destino de elaboración del mismo”, dijo el Ing. Mario Sonzogni, Jefe de viñedos de la bodega Chandon, del grupo MoëtHennessy.

Es que en la vid, la relación entre sanidad y calidad es muy estrecha. “La presencia de patógenos puede generar problemas tanto en la fermentación de la uva como en las características organolépticos del vino”, aseguró el especialista. Además, la estrategia comercial de la compañía “incluye cumplir exigentes estándares internacionales de tolerancia de residuos de agroquímicos”, agregó por lo que la tarea requiere una extrema precisión.

Sonzogni es responsable de la producción de uvas de Chandon en el Valle de Uco, Mendoza, y bajo su comando se cultivan 338 hectáreas de vides para los vinos y espumantes de la firma.

De acuerdo a las características de las distintas variedades, se diseñan programas preventivos específicos. Las tareas de sanidad son realizadas por unos seis operarios por tratamiento.

En general, se trata de personal de la empresa, sólo se acude a colaboradores temporarios cuando se debe aumentar rápidamente la capacidad de aplicación.

“Es gente de experiencia. Sin embargo, realizamos capacitaciones periódicas y cada vez que vamos a comenzar un trabajo hacemos una revisión de los principales puntos de seguridad e higiene y del manejo del producto”, enfatizó el profesional.

En sus 20 años de labor en la bodega, Sonzogni fue viviendo la evolución en el cuidado de la sanidad de los cultivos, un proceso que incluye productos más amigables con el ambiente, la modernización de las maquinarias y la concientización sobre la cantidad a utilizar.

“Tratamos de aplicar volúmenes lo más reducidos posibles, manejando dosis óptimas, evitando excedentes y prestamos mucha atención a recomendaciones del producto en lo que hace a tiempo de espera para ingreso a realizar tareas manuales específicas”, relató. De este modo, en las variedades más sensibles al ataque de patógenos se hacen entre cinco o seis aplicaciones al año, mientras que en otras sólo realizan tres o cuatro.

Del mismo modo, la industria de protección de cultivos fue aportando nuevas herramientas, ofreciendo cada vez más productos de banda verde. En la vid, “la mayoría de los trabajos son manuales, entonces tenemos que brindar las mayores garantías de seguridad para que no haya ningún problema”, subrayó Sonzogni.

Otro factor que le permitió a la bodega mejorar el manejo, fue sumarse a Agrolimpio. A través del programa de CASAFE, la empresa recibe capacitación en técnicas para el buen uso de los productos agrícolas y perfeccionó el desecho de envases haciendo el triple lavado de los mismos, la destrucción, el depósito temporario y la remisión a los centros de acopio para su posterior envío a destino final. “Tenemos instalaciones normalizadas para el manejo de los productos. Así, evitamos contaminaciones de suelo y cauces de agua, aplicamos en dosis adecuadas y perfeccionamos la deposición de los residuos”, subrayó.

Todo esto, se basa en una optimización del uso de los insumos para lograr un mejor resultado y objetivos de seguridad e higiene de trabajo. “Apuntamos a manejar las dosis apropiadas, en condiciones apropiadas. La bodega siempre ha trabajado para que se cumpla ese estándar de calidad que necesitamos. Este es un requisito irrenunciable”, concluyó.

 
Desafíos de la agricultura sustentable

En el reciente congreso de AAPRESID, un panel compuesto por los titulares de distintas organizaciones de la producción agrícola repasó los avances y las cuentas pendientes de la actividad.


“Si hay un lugar en el mundo que hoy pude decir que produce alimentos en cantidad y calidad, pero además con sustentabilidad, es Sudamérica”, aseguró César Belloso, presidente de AAPRESID, durante el panel “Desafíos del Sistema Agrícola Argentino”, llevado adelante en el XXI Congreso de la entidad realizado recientemente en Rosario.

Según Belloso, mientras el “92% de la superficie agrícola del mundo se hace bajo algún sistema de labranzas” algo que “no es sustentable”, la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay “cuentan con más del 80% de la superficie en siembra directa”.

De la charla, moderada por el periodista Willy Kohan, participaron también Alfredo Paseyro (Presidente de ASA); Sergio Rodríguez (Presidente de CASAFE); y Miguel Hernández (Gerente de Programas para Cono Sur de la Fundación Solidaridad Latinoamericana).

Los especialistas reflexionaron sobre el modelo agrícola argentino y plantearon los nuevos desafíos a los cuales enfrentarse en el siglo XXI.

Según datos de la FAO se prevé que en el año 2050 el mundo esté habitado por 9.300 millones de personas. Esto implica la necesidad de producir más alimentos en prácticamente la misma superficie agrícola.

Para Paseyro, “con lo que produce (100 millones de toneladas de granos) la Argentina está en condiciones de alimentar a unos 400 millones de habitantes y si se alcanzaran las metas del Plan Estratégico Alimentario (PEA) de 160 millones de toneladas podríamos seguir alimentando al mundo”. Eso si, el titular de ASA advirtió que para lograrlo es necesario “seguir creciendo en investigación y desarrollo”.

“El mundo tiene 1.500 millones de hectáreas sembradas y se podría crecer entre un 15 y 20% en los próximos diez años”, detalló Rodríguez, asegurando que por este motivo, la respuesta a la mayor demanda de alimentos deberá provenir de la tecnología antes que del aumento de la superficie a trabajar.

La buena noticia es que esa tecnología ya está disponible. “Si tomamos los números de los principales cultivos (trigo, maíz y soja), Estados Unidos produce unas 8 toneladas por ha mientras que la Argentina está en 3 tn/ha”, reveló el presidente de CASAFE. Y agregó que, siendo las productividades de Europa del Este y áfrica aún menores, la tecnología que hoy existe permitiría alimentar a “los 9.000 que seremos dentro de 30 años”.

Sin embargo, advirtió que la Argentina debe generar “un marco de referencia” que permita el crecimiento de las cosechas y aseguró que esta carencia llevó a ir “perdiendo cultivos fundamentales para la rotación como el trigo y el maíz”.

Otro tema abordado por el panel fue la importancia de los fitosanitarios en la producción agrícola. Al respecto, se mencionaron datos de CropLife que indican que de no utilizarse productos para la protección de cultivos, la productividad caería aproximadamente un 40%.

“Lo que tenemos que entender es que los defensivos agrícolas no son ni buenos ni malos, lo que hay son buenas prácticas agrícolas o malas prácticas agrícolas. Cuando uno hace buenas prácticas agrícolas no hay riesgos en el manipuleo, no hay riesgos en la aplicación ni con el medioambiente”, subrayó Rodríguez.

A su vez, para Miguel Hernández, “el hacer la agricultura de hoy día realmente sustentable es una responsabilidad compartida entre gobierno, productores, sector privado y sociedad civil”. En ese sentido, subrayó la necesidad “de establecer protocolos de buenas prácticas agrícolas” y destacó los programas de certificación de producción responsable que llevan adelante distintas entidades, entre ellas AAPRESID.

En el mismo sentido, César Belloso aseguró que “no solo hay que ser sino parecer y las certificaciones apuntan a eso”.

Además, se hizo hincapié en que en los últimos años no sólo no aumentó el uso de fitosanitarios por hectárea sino en que el 90% de los productos que hoy se utilizan son de banda verde, es decir de menor nivel de riesgo tanto para las personas como para el medioambiente. “Cada vez estamos avanzando más tecnológicamente para que esos productos sean prácticamente inocuos para el hombre”, destacó Rodríguez.

Finalmente, la relación con la comunidad también tomó el centro de la escena. “Tenemos que contarle a la sociedad lo que estamos haciendo. Eso es una parte fundamental: seguimos pecando de inactivos. Es una de las faltas más graves que cometemos”, concluyó Rodríguez.

 
Preguntas difíciles, respuestas fáciles

En esta sección queremos dar respuesta a algunas creencias o miedos que equivocadamente se han instalado en la sociedad y que merecen nuestra especial atención. Este espacio tendrá las respuestas de profesionales expertos en el tema como Ingenieros Agrónomos y Médicos Toxicólogos. Acercanos tus dudas enviando un mail a news@casafe.org

¿El Glifosato es tóxico?

En el empleo de fitosanitarios nunca usamos el término inocuo al referirnos a estas sustancias, ya que ninguna lo es. De hecho, ni el agua ni la sal de mesa común son inocuas, todo dependerá de la dosis y de su correcta utilización.

En la práctica, el glifosato se utiliza hace 35 años en 140 países del mundo. Como, por ejemplo, Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra, Rusia, Brasil, Japón, Australia, India, China, entre otros.

De acuerdo a la Resolución 350/99 del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), el principio activo glifosato en su uso normal está dentro del grupo de productos de improbable riesgo agudo: Clase Toxicológica IV. El glifosato está clasificado en la categoría de Menor Riesgo Toxicológico, es decir, banda verde en las etiquetas de los envases, constituyéndose en un producto amigable para el hombre y el medio ambiente.