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La toxicidad es definida como la “capacidad de una sustancia de generar daños en un ser vivo”. Si analizamos todas las sustancias existentes en el planeta, todas, incluso el agua, pueden llegar a ser tóxicas. Lo que difiere, en gran medida, es la dosis a la cual esa sustancia comienza a ser tóxica. Los productos fitosanitarios son unas de las millones de sustancias a la cual el hombre está expuesto, por lo cual conocer el uso adecuado de los mismos y tomar las precauciones necesarias para su uso nos permitirá minimizar los riesgos al momento de manipularlos.

En general la vía dérmica, así como la inhalatoria, son las vías de entrada más importantes al momento de realizar una aplicación. La primera cobra importancia al momento de manipular productos en forma líquida y, sobre todo, aquellos que están categorizados como “irritantes”. Cuando se manipulen este tipo de productos es esencial utilizar el equipo de protección personal correcto, minimizando la exposición al mismo. Por otro lado, la vía inhalatoria cobra mayor importancia cuando se manipulan productos en forma de aerosoles o en forma de polvos solubles. En estos casos, es indispensable utilizar máscaras respiratorias, que permitan filtrar el aire. Por último, la vía oral solo cobra importancia en casos accidentales, cuando el almacenamiento de los productos no es el correcto (en su envase original y con etiqueta legible) pudiendo llevar al consumo del mismo por parte de niños o adultos accidentalmente.

Si bien los productos fitosanitarios son tóxicos, así como toda sustancia lo es, en nuestro país existen regulaciones que permiten garantizar que los productos aprobados, utilizados de acuerdo a las recomendaciones de la etiqueta, no generen daños, ni a las personas ni al ambiente. En la República Argentina, el SENASA es la autoridad que regula la clasificación y etiquetado de los productos fitosanitarios. Este clasifica los productos formulados e ingredientes activos de los productos fitosanitarios de acuerdo a los resultados de diversos estudios toxicológicos, siguiendo los criterios internacionales de la OMS. Esta clasificación divide a los productos fitosanitarios en 5 categorías:

  • Ia Extremadamente peligroso (Rojo)
  • Ib Altamente peligroso (Rojo)
  • II Moderadamente peligroso (Amarillo)
  • III Ligeramente peligroso (Azul)
  • IV productos que normalmente no presentan peligro (Verde)  

Esta clasificación figura en las etiquetas de los productos, junto a la banda de color que lo caracteriza. Rojo para la categoría I, amarillo para la categoría II, azul para la III y verde para la cuarta categoría. Los colores y las clases toxicológicas representan la toxicidad aguda (corto plazo) para los mamíferos, no así para el ambiente.

Los efectos generados por estos productos pueden ser agudos o crónicos. Los primeros son los más comunes, y los que más rápidamente se expresan mediante cuadros de vómitos, mareos, diarrea, alteraciones en la piel o convulsiones. En general los cuadros más graves están asociados a consumos accidentales. También se asocian a aplicaciones realizadas inadecuadamente, sin utilización del equipo de protección personal correcto o bajo condiciones climáticas no recomendadas, usualmente para los trabajadores. Por otro lado, los efectos crónicos pueden generar enfermedades a largo plazo y los mismos se deben a exposiciones repetidas de bajas dosis.

El equipo de protección personal, así como los cuidados y requisitos indicados en la etiqueta del producto fitosanitario, permite minimizar la exposición de las personas al mismo, logrando así un uso responsable y seguro. Si bien los productos fitosanitarios no son inocuos, existen formas seguras de utilizarlos, posibilitando su uso aumentar la producción de nuestros cultivos y generar un campo productivo. Utilizar los mismos de manera responsable garantiza que ese aumento de producción se realice de una manera sustentable, sin afectaciones a la salud de las personas ni el ambiente.