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La calidad de las aplicaciones de productos fitosanitarios depende de muchos factores, como por ejemplo el tipo de maquinaria que se operará, la correcta selección de los picos o pastillas, la presión de trabajo, el volumen de aplicación, el tipo de formulación, el orden de mezcla de los productos en el tanque, la calidad del agua a utilizar, etc.

El agua es el principal medio o «carrier» al momento de aplicar productos fitosanitarios. Esto es así, ya que es el líquido más ampliamente difundido, pero también porque posee una excelente capacidad como solvente.

Muchas veces, al momento de realizar la mezcla, no se tiene en cuenta la importancia de la calidad del agua que se está utilizando. Cuando el agua no es de buena calidad, puede ir en detrimento de la eficacia de la aplicación e incluso puede hacer que falle por completo.

Existen ciertos criterios que permitirán identificar si un agua es apta o no para su utilización en la aplicación de un producto fitosanitario, o si es necesaria la utilización de acondicionadores de agua que permitan corregir estos problemas.

En primer lugar, está la Dureza. Se determina «dureza» a la concentración de compuestos minerales que existe en una determinada cantidad de agua; específicamente, sales de magnesio y calcio. Es por esto que la dureza es expresada en ppm de CaCO3 (partes por millón de carbonato de calcio). En general se toma como valor umbral 150 ppm; es decir, que por encima de este valor deberá ser necesaria la utilización de un corrector de dureza o «secuestrante de cationes», mientras que por debajo, el uso del mismo no será necesario.

Cuando el agua posee demasiada cantidad de sales, la efectividad de los tratamientos con fitosanitarios puede verse disminuida al afectar la emulsionabilidad y dispersabilidad de la misma. Es decir, los iones presentes en las sales forman reacciones con los fitosanitarios, reduciendo la concentración de principio activo en el caldo de tratamiento.

A su vez, pueden llegar a reducir la absorción de producto por parte de la planta, a través de la cutícula. Si bien es recomendable realizar análisis del agua que vamos a utilizar como medio en nuestras aplicaciones, en la práctica puede identificarse un agua dura gracias al residuo de sarro acumulado; lo que a la larga podría dañar los mecanismos de la máquina pulverizadora.

Otra característica a tener en cuenta es el pH, es decir, la concentración de iones hidrógeno. El agua pura, químicamente es neutra, es decir, su pH es cercano a 7. En líneas generales se recomienda que el agua a utilizar posea pH levemente ácido, entre 4.5 y 6.5, ya que la mayoría de los plaguicidas se comportan mejor en este medio. Cuando el pH es alcalino (mayor a 8) se puede generar una degradación anticipada del principio activo, debido a una reacción química que lo degrada, provocando que la aplicación pueda no ser eficaz. Agregar una mayor dosis de producto en estos casos no solucionará el problema, y además generará importantes pérdidas económicas. Por esto, es importante analizar el pH del agua que estemos utilizando. En el mercado existen productos tales como “correctores de pH” que permiten, como su nombre lo indica, corregir estos problemas mediante el agregado de ácidos o bases según corresponda.

Por último, debe considerarse la limpieza del agua. Puede observarse cuando un agua es turbia o con falta de transparencia. Esto se debe a que el agua puede traer en suspensión limos, arcillas y/o materia orgánica. A su vez, la materia orgánica puede poseer cierto grado de descomposición tornando al agua de colores pardos. En general, cuando se observe que el agua se encuentra muy sucia, con muchas partículas en suspensión, no se recomienda su uso. No solo porque puede dañar los mecanismos de la máquina, así como un agua extremadamente dura, sino también porque ciertos productos reaccionan ante estos compuestos orgánicos y la calidad de la aplicación se ve disminuida. Se recomienda entonces, en la medida de lo posible, utilizar aguas claras y transparentes y, caso contrario, emplear un «filtro de carbón activado o un filtro de arena» el cual permite disminuir el contenido de materia orgánica presente en el agua.

Realizar una aplicación de productos fitosanitarios es una actividad compleja que deberá ser realizada por operarios capacitados y con la ayuda de un profesional idóneo. Muchas veces, aun siguiendo las indicaciones de la etiqueta y aplicando el producto en el momento adecuado y de la manera correcta, nuestra aplicación no es eficaz. El agua podría ser uno de los motivos por los cuales esto ha sucedido. Por ello, conocer su calidad es indispensable si queremos lograr aplicaciones eficaces.