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El tomate (Solanum lycopersicum L.) es una hortaliza distribuida en todo el mundo con un gran valor económico. Su demanda, producción y comercio ha aumentado desde el 2005. Los principales productores a nivel mundial son China, Estados Unidos e India. En Argentina, se producen especialmente bajo el sistema de cultivos protegidos.

El tomate es la segunda hortaliza más consumida después de la papa. Uno de los motivos por el cual se ha incrementado el consumo de tomate es debido a la publicación de informes vinculados a la literatura médica, donde afirman que el licopeno, el pigmento rojo del tomate, es un potente antioxidante que ayuda a prevenir enfermedades. El rendimiento por hectárea y la superficie cultivada están incrementándose producto de esta mayor demanda. El destino del tomate es tanto para consumo fresco como para la industria, para el mercado interno e internacional.

Sin embargo, varias enfermedades pueden afectar este cultivo produciendo grandes pérdidas. El cancro bacteriano, causado por Clavibacter michiganensis subsp. michiganensis (Smith), es la enfermedad vascular más importante de este cultivo, especialmente en tomate de invernadero. En el país también es considerada la enfermedad bacteriana de mayor importancia económica ya que no hay medidas lo suficientemente eficaces para controlarla. Los síntomas que pueden presentarse son marchitamiento, manifestándose inicialmente en algunos folíolos de un lado de la hoja hasta luego abarcar todas las hojas; cancros en tallos y pecíolos; oscurecimiento a nivel vascular en los tallos y en los frutos se pueden apreciar lesiones necróticas pequeñas y redondeadas rodeadas por un halo blanquecino, motivo por el cual se conoce a este síntoma mancha ojo de pájaro. Además de transmitirse por semilla, el patógeno se puede dispersar mediante el agua de riego, o a través de prácticas culturales como por ejemplo durante la producción de plantines o con las labores de desbrote y deshoje. También puede sobrevivir en rastrojos varios meses.

Todo lo mencionado anteriormente hace que su control sea sumamente difícil y haya que integrar medidas preventivas en todo momento (desinfección de semillas, de materiales empleados en cultivos enfermos, rotación de cultivos, entre otras). Se han citado muchos métodos para desinfectar la semilla de tomate, pero poco se conoce de su eficacia. Una alternativa valiosa para otras enfermedades es el uso de variedades resistentes, pero pocos cultivares comerciales han mostrado una tolerancia significativa a esta enfermedad. Existen productos propuestos recientemente pero no hay pruebas suficientes para demostrar su efectividad sobre el control de C. michiganensis subsp. michiganensis.

Los ensayos que se centran en el control químico de C. michiganensis subsp. michiganensis son escasos y han mostrado resultados variables, que pueden deberse a los múltiples factores bióticos y abióticos existentes en ensayos realizados con microorganismos como, por ejemplo, las condiciones ambientales, el genotipo de la planta y las interacciones con otros microorganismos. A esto se suma que algunos trabajos previos se realizaron en suelo y otros en macetas, y no se inocularon ni evaluaron de la misma manera. Por otro lado, si bien el uso de compuestos cúpricos y antibióticos ha mostrado causar un efecto sobre el patógeno; han sido cuestionados por los efectos tóxicos y su potencial acumulación en los suelos y organismos vivos.

Resulta importante establecer como una futura línea de trabajo, la realización de ensayos utilizando otra forma de inoculación o de aplicación de los productos. También se podrían evaluar otros bacteriocinas o productos fitosanitarios para lograr controlar el cancro bacteriano del tomate. Es importante destacar que estos productos no deberán usarse de forma aislada, sino que deben estar acompañados de medidas preventivas como ser el uso de semillas sanas, la desinfección adecuada de herramientas y la rotación de cultivos, entre otras, pero siempre dentro de un sistema de Manejo Integrado de Plagas (MIP). Se recomienda hacer evaluaciones de severidad todas las semanas, contando el número de hojas totales y de aquellas que muestran al menos algún foliolo con síntoma de marchitez. Es importante prestar especial atención en el estadío inicial, cuando sólo afecta la mitad de la hoja, ya que luego cuando avanza se asemeja a otras enfermedades. Para realizar los trabajos de desbrote y deshoje, se deben desinfectar las herramientas cada vez que se utilicen para evitar posibles diseminaciones. Además se deben evitar riegos y densidades excesivas, y se recomienda promover la ventilación dentro del invernadero.

Cuando se ha detectado la presencia de la enfermedad, es muy importante marcar las áreas afectadas y comenzar a establecer las prácticas de control de manera inmediata. En el caso de que se trate de un foco reducido y limitado, se recomienda extraer las plantas enfermas y las próximas inmediatas aparentemente sanas. En cambio, si la zona afectada es grande, se aconseja trabajarla en último lugar. También es importante limitar la entrada de personal en las áreas infectadas y al finalizar el cultivo, eliminar todos los restos vegetales.

Como en todo sistema productivo, siempre seguir el MIP y, en el caso de tener que utilizar productos fitosanitarios, hacerlo de manera segura y responsable, respetando las indicaciones de las etiquetas y utilizando los equipos de protección personal. Recordemos que los productos no son inocuos, sino que hay que utilizar las formas seguras de utilizarlos para evitar generar inconvenientes para la salud del operario y de la sociedad, como del ambiente.