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Al momento de hacer frente a las enfermedades, malezas e insectos que afectan a los cultivos, es importante tomar los recaudos necesarios para lograr aplicaciones eficientes. Son varios los puntos a tener en cuenta para realizar una aplicación eficiente y en muchos casos son independientes del tipo de máquina a aplicar.

Es fundamental que un profesional agrónomo realice un monitoreo del cultivo de manera periódica y determine la necesidad de realizar una aplicación de fitosanitarios.

El Ingeniero Agrónomo debe elegir correctamente el producto a utilizar y dejarlo asentado en una receta fitosanitaria, junto con la forma adecuada de aplicarlo. Además, debe determinar la dosis apropiada, según lo que indique la etiqueta del producto, y el momento adecuado para realizar la aplicación, teniendo en cuenta las condiciones ambientales (temperatura no mayor a los 25 °C, Humedad Relativa no menor al 50%, Velocidad del viento menor a 18 km/h y dirección del viento siempre contraria a una zona sensible) y la presencia de la plaga (por ej. cuando el nivel de insectos supere el umbral de daño económico, en caso de existir para esa plaga).

Por su lado, el aplicador debe contar con una capacitación adecuada para la acción, siendo conveniente que tenga un carnet de aplicador emitido por la autoridad competente.

Al momento de calibrar la mochila pulverizadora, el aplicador debe asegurarse de que se preserven las gotas hasta llegar al objetivo blanco.

Cuando las aplicaciones se realizan con este tipo de equipos, como en el caso de producciones hortícolas o producciones de pequeñas extensiones, es importante controlar que el equipo se encuentre calibrado y que la actividad sea realizada por una persona capacitada. De lo contrario, se pueden ocasionar efectos indeseados sobre el mismo operario, el cultivo y/o el ambiente.

Lo primero que deberá chequearse es que la barra portapicos se encuentre en condiciones, sin presentar roturas, perdidas, ni obstrucciones. Esto podrá verificarse utilizando el tanque contenedor con agua y verificando que no se produzcan goteos en ninguna de sus partes, ni sobre la barra, ni en los picos o pastillas. En el caso que se visualice alguna pérdida, el material defectuoso deberá reemplazarse.

Una vez que se ha comprobado el correcto funcionamiento, se deberá proceder a calibrar la mochila, siempre con agua.

En este punto es clave que quien vaya a realizar la aplicación sea quien calibre, ya que se debe mantener constante la velocidad de desplazamiento, la presión aplicada, la altura y el ancho de trabajo, tanto en la calibración como en la aplicación. Si se camina más lento se generará una dosis más alta que en lugares donde se ha avanzado más rápido.

Un dato importante a saber es el ancho de trabajo, ya que permitirá conocer la superficie que se pulverizará. Dependerá de la altura de aplicación, el tipo de pico y del ángulo de aspersión. Si una vez calibrada la mochila, se modifica la velocidad del viento, se deberá modificar la altura de trabajo, ya que a mayor velocidad mayor probabilidad de deriva. Por lo tanto, se deberá calibrar nuevamente. Lo mismo ocurre si se cambiara de aplicador, se deberá recalibrar a la forma de aplicar de este nuevo trabajador.

Luego de cada uso, se debe lavar la mochila mediante triple lavado o lavado a presión, sin la perforación del recipiente, ya que debe seguir utilizándose para futuras aplicaciones.

Es importante recordar que, a fin de resguardar la salud del operador, siempre que se manipulen agroquímicos se debe contar con el equipo de protección personal que figura en las etiquetas de los productos utilizados.

Al conocer el funcionamiento de la mochila pulverizadora y dosificar correctamente los productos a aplicar, se pueden proteger los cultivos con aplicaciones responsables.