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Mano a mano con Elizabeth Kleiman, integrante de la FAO, quien destaca la importancia de las políticas públicas, las empresas, la educación, la producción sostenible y la igualdad social para alcanzar la Seguridad Alimentaria.

Agradecemos también la participación de Natalia Raissa Huykman, responsable de  Ambiente de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Argentina.


La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) declaró este 2021 como el Año Internacional de las Frutas y Verduras (AIFV), y para saber por qué se llegó a esta decisión, le preguntamos a Elizabeth Kleiman, responsable de Seguridad Alimentaria y Nutrición de la FAO, quien explica que “la propuesta se basa en la importancia de que las autoridades nacionales de todos los países atiendan la necesidad de mejorar la calidad de vida de las personas a través de una alimentación más saludable”.

Según Kleiman, la declaración oficial de la Organización tiene una doble intención. Por un lado, la necesidad de “implementar políticas públicas para la promoción del consumo de frutas y verduras, como parte esencial de la dieta y la prevención de la malnutrición y las enfermedades crónicas no transmisibles como la obesidad y el sobrepeso”. 

Pero por el otro, también se busca “la contribución de los y las pequeños/as y mediano/as agricultores y agricultoras de estos alimentos esenciales para la seguridad alimentaria y nutrición, así como también la mejora para sus medios de vida e ingresos”.

Para lograr estos objetivos de concientización y promoción, Kleiman asegura que “la FAO brinda apoyo de cooperación técnica a los Estados miembro mediante proyectos y programas de seguridad alimentaria y desarrollo rural, para que la población acceda a esos alimentos adecuados y se integre una visión sistémicaen los diversos aspectos que interactúan ‘desde el campo hasta la mesa’”.

El desafío de lograr estos objetivos no es menor, si se tiene en cuenta que “el hambre y pobreza están directamente vinculados”, así como también lo están la “biodiversidad con la salud”, informa Elizabeth.

Es precisamente por ello que “necesitamos alimentos de buena calidad, nutritivos y producidos de forma sostenible”, donde el concepto de sostenibilidad “debe ser económica, social y ambiental”.

Para el caso específico de nuestro país, “actualmente la FAO apoya al gobierno nacional en el plan ‘Argentina contra el Hambre’ para impulsar una estrategia de seguridad alimentaria y nutrición sostenible de largo plazo”.

Pero como todos sabemos, en la vida no son las decisiones políticas el único medio que existe para lograr cambios profundos en la sociedad. Por ello le consultamos a Elizabeth qué pueden hacer las personas y las empresas privadas para colaborar con la Seguridad Alimentaria.

“Desde FAO estamos convencidos de que todos somos parte de la solución. Cada cual tiene un rol que cumplir (o hacer cumplir) en el sistema agroalimentario”, señala la integrante de la FAO en relación a los que pueden hacer los individuos, y agrega: “Es clave generar hábitos de consumo amigables con las personas y el planeta. Consumir local y de estación, organizar las compras y reutilizar los alimentos para no desperdiciarlos, reducir el consumo de productos industrializados y aumentar el de alimentos frescos y reales que ayuden a recuperar costumbres de cocinar para comer elaborado y con mayor conciencia sobre lo que consumimos”.

En relación a lo que se puede hacer desde las empresas o instituciones, Kleiman detalla que éstas “pueden generar acciones tanto de concientización hacia afuera de la organización como de prácticas concretas que les permita reducir las pérdidas que generan, mejorar los procesos de producción para hacerlos más amigables con el ambiente y ofrecer productos de mejor calidad o con envases que tengan un bajo impacto ambiental”.

El tema de los desperdicios no es menor, si se tiene en cuenta que sólo en la Argentina se desperdician aproximadamente 16 millones de toneladas de alimentos por año, y a nivel mundial la cifra está estimada en el 33% de los alimentos que se producen globalmente.

“Una de las principales necesidades frente a esta problemática es el desarrollo de mejores procesos de recolección, almacenamiento, procesado, transporte y venta tanto al por mayor como al por menor de alimentos”, indica la responsable de Seguridad Alimentaria y Nutrición de la FAO.

Y continúa: “Ya sea desde el sector público como del privado se deben aumentar las inversiones para hacer frente a estas deficiencias. Desde inversión en herramientas y tecnologías con innovación que ayuden a controlar la problemática hasta capacitaciones a los actores de la cadena para eficientizar el trabajo en todos los eslabones”.

Uno de los motores más importantes de los cambios sociales es la educación. Sólo por poner un ejemplo, Capital Federal logró duplicar la cantidad de residuos separados en reciclables y no reciclables introduciendo el concepto en las escuelas públicas y en edades tempranas. Por eso preguntamos a Kleiman cómo puede contribuir el sistema educativo para mitigar los casos de desnutrición o malnutrición.

“Es un aspecto muy importante y hay diversas maneras de implementarlo. Las huertas escolares, por ejemplo, son consideradas por FAO como un instrumento clave que puede invitar a niños, niñas y adolescentes a probar nuevos alimentos, acercarse a la naturaleza, valorar los procesos productivos y trabajar en equipo junto a sus compañeros y compañeras”, explica.

Y asegura: “La educación alimentaria es una herramienta necesaria que les podría permitir llevar una alimentación más consciente y tomar decisiones informadas sobre sus consumos. De hecho, la propuesta de Ley de Alimentación Saludable que obtuvo media sanción en la Cámara de Senadores el año pasado contempla la necesidad de entornos escolares más propicios para reducir las enfermedades no transmisibles como la obesidad, y avanzar en este camino es urgente y necesario dado que Argentina es el país con tasa más alta de obesidad en niños menores de 5 años en toda la región”.

Los hábitos alimentarios saludables si se construyen desde edades tempranas, son uno de los mejores ‘seguros’ de por vida para el bienestar”, subraya la integrante de la FAO.

Por último, pero no menos importante, la Argentina dio un paso adelante hacia la Seguridad Alimentaria en convertir a las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) en una política de Estado, dado que ya son obligatorias para producir frutas y verduras. ¿Cómo posiciona esto a nuestro país?

Las BPA mejoran la calidad de los cultivos y promueven la obtención de productos sanos, inocuos y de calidad, además de proteger el ambiente y la salud de los productores y sus familias”, destaca Kleiman y concluye: “Además, a nivel de mercado internacional, permite estar mejor preparados para exportar a mercados exigentes, ya que es posible que en los próximos años las BPA o certificaciones de sustentabilidad se conviertan en un requisito para ingresar productos a algunos países”.